Cambiar tantas veces, perderse por momentos en la nube de los días grises, la sombra de una conmoción profunda, o la ansiedad de no saber quién eres hoy.  

Y luego entiendes que, para crecer, hay que saber decir adiós.

Adiós a todo lo que nos aplasta, porque no queremos venir al mundo en vano, queremos una vida con propósito.

Adiós a las fuerzas que no venían, y gracias porque vinieron y nunca se cansan de volver.

Y gracias también porque recordamos que sabemos brillar, porque volvemos al amor, a enamorarnos de esa persona frente al espejo. Que no se rendirá nunca.

Qué importa que no podamos sentirnos felices siempre, qué importa que nuestros errores vuelvan a aparecer.  Nunca somos la misma persona por más de 1 día.

Solo importa ser TRANSPARENTES con nosotros mismos, que no se nos oculten los fracasos, que podamos verlos y admirarlos porque una y otra vez nos levantamos, una y otra vez volvimos al centro.

Y que no nos engañen nuevamente los pensamientos. Que no se apague la luz dentro. Que el todopoderoso amor propio no nos abandone. Así sea. 

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Escribí esto pensando en la etapa de depresión que tuve en el postparto, en mi caso teniendo un trastorno psiquiátrico fue muy oscuro, pero poco a poco todo vuelve a estar mejor. Infinitas bendiciones a mi esposo y todas las personas que me empujan hacia arriba. 

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